Diego
Frondizi era sobrino del presidente, asesinado por ser peronista. No
dejen de leer esta historia. Es triste, pero debe ser conocida
La muerte de Diego Frondizi y Manolo Belloni
En un día como hoy de marzo, caían dos peronistas; los primeros dos militantes a los que se fusila durante los años de la dictadura militar, y que luego se volvería algo habitual.
8 de marzo. Faltaban pocos minutos para las ocho de la mañana.
8 de marzo. Faltaban pocos minutos para las ocho de la mañana.
Corría el año '71 a la luz del cordobazo y y del rosariazo.
Dos pibes volvían a reafirmar su compromiso con la clase trabajadora y el pueblo. El compromiso más alto que consiste en dar lo poc
o que uno tiene, que es la vida.
Uno, Manolo Eduardo David Belloni, de 24 años, oficial carpintero, casado, padre de una nena; el otro Diego Ruy Frondizi, de 22 años, que era su amigo y su ayudante en la carpintería.
Estaban unidos por una amistad que se alimentaba desde los trece años en que se conocieron en el colegio secundario San Isidro Labrador.
Ambos amaban los ríos, los barcos, la pesca, y el vino blanco.
Faltan pocos minutos para (as ocho.
Estamos en el Tigre, hoy es viernes. Justo en la esquina de Santa Maria e Irala; allí está la terminal de la línea 227, junto a un bar en que a otras horas se juega al billar. A un costado se encuentra estacionado un Rambler Ambassador. Un rato antes se ha detenido por un desperfecto. Más precisamente, por un dispositivo que le ha colocado el dueño de la empresa de remises al que pertenece el auto, para que a los pocos kilómetros se detenga. Esto va a ocasionar la muerte del propio hijo del dueño de la empresa de remises, que ignora que su padre ha preparado el Rambler para evitar que se lo puedan robar. Esa mañana le tocó al joven Greco atender el viaje que han contratado Diego y Manolo, tal vez para levantarlo en un lugar determinado y utilizarlo en un operativo posterior que las Fuerzas Armadas Peronistas realizarían ese mismo día. Al detenerse piensan que se terminó la nafta y bajan del auto. En ese momento llega una patrulla policial al mando del sargento Armando Próspero Collinet, con anteriores procesos por abuso en sus funciones.
Al ver a la policía Diego y Manuel se percatan de que la cosa es por ellos y rápidamente hacen una composición de lugar y de las posibilidades de fuga. Greco, inocentemente se acerca hacia los policías y es el primero en caer, de una ráfaga de ametralladora lo voltean definitivamente.
Han pasado sólo algunos segundos y Manuel y Diego ya están corriendo. Si logran ganarles unas cuadras estarán a salvo porque conocen la zona como la palma de su mano. Si llegan al río…
Las balas silban a su alrededor. Pero en el desparramo han logrado ventaja.
A Manolo le dan en la pierna, un tiro. Agarrándose la pierna sigue corriendo. Ahí le empiezan a dar resultado las sesiones de gimnasia que realizaban todos los días. A pesar de estar herido no se da por vencido. Están a cuatro cuadras del principio, entonces Manolo se da cuenta de que no va a poder aguantar y su preocupación es que su amigo pueda eludir a los perseguidores. Le grita: “Raja, Ballenato, que no hay nada que hacer”. La policía lo deformará en su versión transformando esta frase en “Raja, Ballenato que nos batieron .
Todavía no son las ocho de la mañana hermosa. El Ballenato se da vuelta y le grita desesperado, viendo que su amigo se queda: “Seguí Manolo, seguí Manolo”.
Entonces ve la camioneta policial que le corta el camino, están cercados entre dos fuegos.
Manolo está en el suelo. Qué pasa en ese momento por la cabeza de Diego, que soñaba con tener una mujer de caderas anchas y seis hijos desde hace dos años, cuando haciendo la colimba en San Martín de ios Andes había oído a Un indio que estaba con otro y le comentaba: “Ves, esa es mi mujer, tiene anchas las caderas de los hijos que parió”.
Una ráfaga de ametralladora corta sus pensamientos cuando con las manos en alto camina hacia Manolo.
Manolo, desde el suelo, qué pensaría viendo cómo cae Diego. Tardan una eternidad en llegar a él, en apuntar a su cabeza y disparar.
“Cuando le revisé el cuerpo le encuentro sólo un tiro, sólo uno en la pierna. No entiendo cómo esa sola bala puede haber terminado con él.” “Y al acariciarlo, atrás del mechón del pelo le encuentro un tiro en la trente”.
La policía fabrica su propia versión. Para ellos no ha habido ejecución. Y los diarios recogerán las declaraciones policiales, y sus presuntos testigos. “La localidad de Tigre fue escenario esta mañana de un sangriento enfrentamiento a mano armada, protagonizado por un grupo de supuestos extremistas, tres de cuyos integrantes fueron abatidos en una refriega con efectivos policiales que los sorprendió cuando intentaban asaltar un camión blindado recaudador de los fondos de la compañía de colectivos.”
Los testigos del barrio son silenciados con amenazas. La gente muerde la verdad, cuándo pase el miedo se la contará a los familiares que iniciarán una investigación.
La versión policial es falsa al decir que fueron abatidos tres extremistas. Los combatientes, como los llama el pueblo, eran dos: Diego y Manolo. No hubo sangriento enfrentamiento, sino fusilamiento sangriento. Diego y Manolo se la pasaban tirando a la silueta cuando salían al campo. Y salían juntos cada vez que podían. Si hubieran respondido, la policía no habría resultado indemne. La última falsedad: los compañeros no estaban para asaltar ningún camión recaudador. Cuando la policía se dirigía hacia la zona se cruzó con el camión e intercambiaron el siguiente diálogo: “¿Qué tal, cómo anda?” “Todo bien”.
Esto y los demás elementos que probarían la culpabilidad policial no fue tenido en cuenta por el juez Sasson, quien sobreseyó a los policías intervinientes.
Ese día la ciudad tembló de bronca. Al otro día sería todo el país. Nadie se tragaría la mentira con que se pretendió disfrazar el primero de los fusilamientos que después se sucederían a decenas.
Diego y Manolo. Dos peronistas que dieron su vida para que Perón regresara. Que constantemente fueron ejemplo de lucha y vida.
Manolo funda la JP en San Fernando. Manolo milita en la CGTA. Su sueldo es de todos. Manolo estudia sociología. Es un. pibe y otro compañero —el que después va a dar su vida en Córdoba como comandante de las FAR, Carlos Olmedo— le comenta en esa época a María Antonia Berger: “A este pibe vigilámelo que es un futuro líder”.
Y con la misma entereza y convicción con que asume la militancia amará a las niñas, el río y andar a los golpes riéndose todo el tiempo con su amigo Diego.
Diego se hace peronista. Sus hermanos lo ganan para el peronismo. “Después nos habla a nosotros como si no hubiera nadie más peronista que él.” De entrañable ternura, de una sencillez muy grande. Un día lo encanan repartiendo volantes en una villa. En el camino a la comisaria convencerá al botón de que no puede llevarse preso a un peronista. Y encima el botón terminará batiéndole dónde viven los canas más jodidos.
Era una pareja muy singular. Siempre juntos. En el laburo, en la risa, amantes del aire libre, de la naturaleza, se enloquecían con las murgas. Diego era gordo, se comía unos pucheros para gigantes que preparaba el abuelo de Manolo. Por eso le decían Ballenato.
Cuando el Ballenato cayó acribillado, la policía se acercó a Manolo y le dijo antes de balearlo en la cabeza: “Ahora que murió tu amigo grita Viva Perón”. Cronica sacada de FACEBOOK de Fabian Barrionuevo igualmente la foto.-
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